La escritura como embrujo o carpintería
Gabriel
García Márquez nació en Colombia en 1928. En sus novelas combina el realismo y
una desbordante imaginación. Su obra más famosa es "Cien años de
Soledad", cosmogonía situada en un pueblo imaginario, Macondo. A través de
su obra obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1982.
El
talento natural aflora con los años según la fortuna de la que se disponga,
como en el caso de Gabriel García Márquez, su vocación de escritor, toma parte
en las callejuelas de piedra del atlántico norte de su natal Aracataca, de donde recoge un mundo
misterioso y a la vez extinguido en los relatos de su abuelo, que años más tarde desbordara una chispa creadora.
Una noche, a finales de los años cuarenta un amigo me prestó "La
metamorfosis" de Kafka, dice Gabriel García Márquez, cada vez que le preguntan
cual fue su punto de inicio que le motivo a escribir. No imaginaba que fuera lícito escribir así. Si lo hubiese sabido antes,
me habría puesto antes a escribir también yo. Así, pues, comencé entonces a
escribir, en 1947. Casi diez años antes, a mi lectura de metamorfosis nunca había sufrido una conmoción semejante.
Según
García Márquez la magia de escribir es la
capacidad de “Vivir para contarla” es decir saber
contar las cosas desde lo imaginario a la realidad como escritor y como
periodista el compromiso no solo radica en el compromiso político son a la vez
la narración de toda una realidad, es lo que en sí constituye la carpintería que
es el aprendizaje del observador resistido a las formalidades conocidas.
Modelar el
conocimiento de las cosas va de la mano con la
misteriosa búsqueda de asombros y humores, crueldades y angustias. La lectura para el escritor debe domesticar
al hombre y forzarlo a conocer mundos similares o ajenos a su realidad como en “Las mil y una noches” y el “Quijote” adiestramiento que imponen en la otrora
extensa y competida galería de los narradores. Tal vez solos así la
exigencia, la aventura por lo desconocido su búsqueda incansable por contar las
cosas como una mágica receta que hipnotice al lector en las letras bajo un
ritmo respiratorio haga al escritor lo que es, un carpintero de la vida.
La
lectura sin duda convierte al niño de Aracataca del mundo misterioso de
ensueños de la infancia en un escritor, pero no es sino a través de la misma de
placer y conquista del conocimiento que se enjuga con las vivencias propias y
extrañas, transformando al lector en personaje, es lo que en sus textos a
través de la inercia pretende convertir a sus lectores.
La
sociedad es capaz de refundarse en si misma, muchos casos incapaz de proveer el
conocimiento fuera de lo ya expuesto, como ya se lo ha expuesto las proezas se
hayan en lugares inhóspitos donde las situaciones decadentes de la sociedad
deben ser relatas entre tinta y papel, con el lenguaje sencillo del mundo, de
una sociedad ágrafa, que debe entender lo que es necesario conocer y de aquello
reconocer sus virtudes y defectos. Para Márquez el escritor debe aprender a
escribir de nuevo, pero la inspiración de lo que escribe no es lo mismo que el argumento.
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