martes, 29 de enero de 2013

Gracias a Dios estoy con vida



Katherine Montenegro
por:
Gracias a Dios estoy con vida
HOJA DE VIDA
John Henry Pineda Flores, nació el 28 de julio de 1993 en el cantón Cayambe. Es el primero de tres hermanos. Estudió en la Escuela Fiscal Ingapirca y en el colegio Cardenal Carlos María de la Torre de El Quinche. Es chofer profesional. Actualmente es auxiliar de enfermería y trabaja en el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social IESS-Hospital Carlos Andrade Marín. 

John Henry Pineda, junto con su padre, fue atropellado por su camión y a los 18 años perdió la visión de su ojo izquierdo.

Eran exactamente las 5 y 20 de la tarde, como todos los fines de semana, realizábamos el mantenimiento a mi camión. Nunca antes pasó algo similar. Pero como dijo mi papi: ese día se nos unió el diablo a los dos, porque él se confió de mí y yo me confié de él, en atrancar el vehículo. Pero ninguno lo hizo.
Estábamos debajo del camión. Saque los cuatro pernos del cardan, que trasmite la fuerza del motor a las ruedas posteriores. Mi papi, para sacarle, utilizó un desarmador que estaba cerca. Entonces se desengranó y como nadie aseguró el camión, empezó a bajar.
Lo único que escuché, en ese momento, fue: mijo bótate a la mitad.  Me di la vuelta, me acosté boca abajo y estire mi brazo izquierdo. Pensé lograr salirme de debajo, pero fue tarde.
Lo que sentí fue que la llanta delantera, pasó por el lado izquierdo de mi cabeza y de mi brazo. A ningún momento perdí el conocimiento. Gracias a Dios, el vehículo, luego de unos 50 metros curvó y se detuvo.
Máyori, mi prima quien vino de cuba y estudia medicina, nos dio los primeros auxilios. A mi papi le entablilló la pierna y a mí me vendo el brazo. Me dolía demasiado la cabeza.
Dije me estoy quedando sin sangre, me voy a morir. Gritaba, llamen a la ambulancia; hasta que llegó luego de largos 30 minutos. Me hicieron acostar, rompieron mi camiseta, me estiraron el brazo y el dolor era insoportable.
Subimos a la ambulancia. Al llegar a Carapungo, me dijeron que no podían llevarme al hospital, sino que me trasladarían a una clínica. Convencimos a los paramédicos de la ambulancia y llegamos hospital Eugenio Espejo a las 7.30 de la noche.
Estuve tres días en emergencias, porque no había camillas. Tenía un enema cerca del ojo, me suturaron 25 puntos. Supuestamente era paciente de traumatología, pero los médicos se dieron cuenta que no podía ver nada con mi ojo izquierdo. Entonces pase a ser paciente de oftalmología.
Tenían que intervenirme quirúrgicamente, porque mi nervio óptico estaba presionado con un coágulo de sangre. Los médicos me dijeron: si recupera la visión sería un milagro. Ahora, físicamente no se nota, porque puedo moverlo; pero no transmite ninguna información, es decir no veo nada.
Tenían, también, que operarme del brazo. Era muy riesgoso, pues la fractura era cerca del nervio braquial y podía quedar sin movilidad. Me pusieron seis clavos y gracias a Dios pude mover mi brazo.
Pasé un mes hospitalizado y un mes más en rehabilitación. Entré en un estado de depresión, porque temía lo que dirían las demás personas.
Pero luego de que los médicos me dijeron: que si mi golpe hubiera sido dos centímetros más abajo, hubiera muerto al instante porque llegaba a mi sien. Ahora digo, por algo Dios me tiene aun con vida.




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