Katherine Montenegro
por:
Gracias a Dios estoy con
vida
HOJA DE VIDA
John
Henry Pineda Flores, nació el 28 de julio de 1993 en el cantón Cayambe. Es el
primero de tres hermanos. Estudió en la Escuela Fiscal Ingapirca y en el
colegio Cardenal Carlos María de la Torre de El Quinche. Es chofer
profesional. Actualmente es auxiliar de enfermería y trabaja en el Instituto
Ecuatoriano de Seguridad Social IESS-Hospital Carlos Andrade Marín.
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John Henry Pineda, junto con su padre, fue atropellado
por su camión y a los 18 años perdió la visión de su ojo izquierdo.
Eran exactamente las 5 y 20 de la tarde, como todos los fines
de semana, realizábamos el mantenimiento a mi camión. Nunca antes pasó algo
similar. Pero como dijo mi papi: ese día se nos unió el diablo a los dos,
porque él se confió de mí y yo me confié de él, en atrancar el vehículo. Pero
ninguno lo hizo.
Estábamos debajo del
camión. Saque los cuatro pernos del cardan, que trasmite la fuerza del motor a
las ruedas posteriores. Mi papi, para sacarle, utilizó un desarmador que estaba
cerca. Entonces se desengranó y como nadie aseguró el camión, empezó a bajar.
Lo único que escuché,
en ese momento, fue: mijo bótate a la mitad. Me di la vuelta, me acosté boca abajo y estire
mi brazo izquierdo. Pensé lograr salirme de debajo, pero fue tarde.
Lo que sentí fue que
la llanta delantera, pasó por el lado izquierdo de mi cabeza y de mi brazo. A
ningún momento perdí el conocimiento. Gracias a Dios, el vehículo, luego de
unos 50 metros curvó y se detuvo.
Máyori, mi prima quien
vino de cuba y estudia medicina, nos dio los primeros auxilios. A mi papi le
entablilló la pierna y a mí me vendo el brazo. Me dolía demasiado la cabeza.
Dije me estoy
quedando sin sangre, me voy a morir. Gritaba, llamen a la ambulancia; hasta que
llegó luego de largos 30 minutos. Me hicieron acostar, rompieron mi camiseta,
me estiraron el brazo y el dolor era insoportable.
Subimos a la
ambulancia. Al llegar a Carapungo, me dijeron que no podían llevarme al
hospital, sino que me trasladarían a una clínica. Convencimos a los paramédicos
de la ambulancia y llegamos hospital Eugenio Espejo a las 7.30 de la noche.
Estuve tres días en
emergencias, porque no había camillas. Tenía un enema cerca del ojo, me
suturaron 25 puntos. Supuestamente era paciente de traumatología, pero los
médicos se dieron cuenta que no podía ver nada con mi ojo izquierdo. Entonces
pase a ser paciente de oftalmología.
Tenían que intervenirme
quirúrgicamente, porque mi nervio óptico estaba presionado con un coágulo de
sangre. Los médicos me dijeron: si recupera la visión sería un milagro. Ahora,
físicamente no se nota, porque puedo moverlo; pero no transmite ninguna
información, es decir no veo nada.
Tenían, también, que
operarme del brazo. Era muy riesgoso, pues la fractura era cerca del nervio
braquial y podía quedar sin movilidad. Me pusieron seis clavos y gracias a Dios
pude mover mi brazo.
Pasé un mes
hospitalizado y un mes más en rehabilitación. Entré en un estado de depresión,
porque temía lo que dirían las demás personas.
Pero luego de que los
médicos me dijeron: que si mi golpe hubiera sido dos centímetros más abajo, hubiera
muerto al instante porque llegaba a mi sien. Ahora digo, por algo Dios me tiene
aun con vida.
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